
Viento huracanado.
Lava en la piel.
Me gustaba, más que cualquier cosa en este mundo.
Quebrarme/te.
Romperme/te.
Fraccionarme/te
Tú eras una eterna tempestad.
La llama del incendio y a su vez el aire que lo aviva.
Un día, dispuestos a crear el mayor de todos los desastres naturales, nos atamos las venas el uno al otro y en sentido inverso, como si de los cordones de nuestros zapatos se tratasen. Yo sería los hematíes que le dan color a tu sangre y tu el plasma que me protege de toda lesión.
Es entonces cuando pecamos de necios. Nos creímos infranqueables.
Nos quebramos.
Nos rompimos.
Nos fraccionamos.
Nunca jamás nos recuperamos, no eramos más que un amasijo de piel.
De la tempestad que prometíamos ser, no había quedado nada.