sábado, 9 de julio de 2016

P de Patata

Comíamos patatas fritas, día si, día también y eso era el culmen de nuestra felicidad. Decidíamos cada tarde con que ingredientes las íbamos a sazonar, suena cotidiano y eso era lo bonito, lo sencillo de levantarse y saber que dentro de la incertidumbre, algo se mantenía constante.
Con lo jodido que estaba el mundo y nosotros creyéndonos inalterables, ajenos a la realidad, firmes y seguros de que aquello era lo que queríamos.
El día que las patatas se extinguieron de la faz de la tierra fue cuando tuvimos que mirarnos a los ojos y ver que tubérculo nos anudaba el corazón. Ya no había vuelta atrás o nos cosechábamos el uno al otro o estábamos destinados a no sazonarnos más.