lunes, 27 de abril de 2015

Estómago.

Todavía tengo esa sensación. Si esa. Anudada a mi estómago. Mira que han pasado los días, semanas, meses y no hay forma humana de deshacerme de ella.

Algunas personas, sentimos con el estómago, para bien o para mal ¿Eso que más da? La sensación de opresión mezclada con náusea no hay quien nos la quite. Muchas veces llegamos al punto de no saber si es amor o es vómito. Curioso ¿No creéis?

Envidiamos a los que sienten con la cabeza, siempre con sus decisiones puramente racionales, llenas de sentido y totalmente estructuradas. No pecan de exceso y su capacidad de control les suele resultar abrumadora a aquellos que en su afán por sentir decidieron hacerlo con el corazón. Rojo y palpitante. Impulsivo y ruidoso. Tan veraz como mordaz.

Mi estómago en un intento por separar los jugos gástricos de las emociones, comprendió el significado de mis ganas de vomitar y decidió llamarlas te he querido, y esa sensación que todavía queda anudada a mi estómago no es más que todo aquello que se descompone.

Porque no es lo mismo olvidar a base de recuerdos (cabeza), lanzarnos a la deriva (corazón) que a base de vísceras (estómago). Los que sentimos con el estómago la suerte que tenemos es que nacimos con la capacidad de depurar. Dejar nuestro estómago sin mariposas, ni avispas y así poder volverlo a habitar.


domingo, 19 de abril de 2015

¿Cómo fue?/¿Cómo se fue?

- ¿Cómo fue?

- Genial, de lo más estrambótico. No dejamos que nos interrumpiese ningún teléfono. Era todo un ambiente tan febril que reventaría los termómetros. Y la emoción, mi emoción pegada a su aliento. Ese día enredamos y desenredamos la vida como nos vino en gana. Recordamos por última vez que somos humanos, que nuestro centro de gravedad se encuentra en la pelvis y entonces, volvimos a hacer infinito lo finito.

- ¿Cómo se fue?

- No dijo adiós, se escurrió entre mis dedos como hace siempre, giró la cabeza sacudiendo su áurea melena y me hipnotizó durante unos segundos. Tenía miedo de pestañear y perderla/me y así volver a quedarme solo, con su último recuerdo. Pero no sé como lo hace, cuando el aire volvió a inundar mis pulmones mi mirada ya estaba vacía.



sábado, 11 de abril de 2015

Nada estaba bien, pero he de decir que tampoco nada estaba mal.

Se cruzó con una joven e incandescente mirada maliciosa y le dijo:

- Beberemos margaritas frente al mar.

Contundente, lleno de seriedad, aquí no estamos para tonterías y tienes ese aire místico ¡Ay ese aire! Que me podría llegar a torturar.

Por fin volvió a respirar, pareciese que el aire frío de invierno hubiera cesado por unos minutos ¡Había llegado la primavera y con ella había comenzado una revolución!

Se abrieron puertas y se cerraron ventanas. Se comieron todas sus manías entre bocanadas de humo que vienen y van. Crecieron haciendo a su paso todo suyo. La perfección y lo políticamente correcto se evaporaron y lo mejor que sabían hacer era viajar al futuro y regresar, bailar de forma desenfrenada y gestionar el tráfico de su propia oxitocina.

Si me paro a pensar podré afirmar que para ser una mirada maliciosa nada estaba bien, pero he de decir que tampoco nada estaba mal.

Eran dos caníbales luchando por no depredar.

lunes, 6 de abril de 2015

Pies

Había una vez unos pies descalzos, llenos de heridas y llagas de caminar y tropezar, tropezar y caer, caer y levantarse y así sucesivamente. Teniendo en cuenta que herida sobre herida no cicatriza imaginaros el estado de dichos pies.

Pies vividores los llamaría yo, no hay piedra en esta vida con la que no hayan tropezado ni arena cálida que no hayan pisado.

Yo desde mi posición pueril, puesto que por aquel entonces no era más que una niña, sentía cierto recelo a que dichos pies quedasen estigmatizados por obra y causa de la vida. Aún así crecí observándolos detenidamente, de la forma en que solo un párvulo puede hacerlo. Observé como el tiempo hacia mella en ellos, como se iban debilitando, ya no caminaban, deambulaban, hasta que se quedaron sin ganas de errar.

Un día desde la distancia me sentí observada. A veinte pasos de mi unos ojos curiosos de no más de 5 años me miraban con interés, intenté no preguntar para no tener que contestar. Había llegado el día, el día en que entre todos mis defectos debía de escoger uno y quedarme con el. Les escogí a ellos.

Ahora ya solo me quedan ganas de darte un beso, bostezar y quizá de empezar a contarte mis heridas.