martes, 22 de septiembre de 2015

Equinoccio de otoño.

Esta contenta y cocina pasteles.
Sube el volumen y...
She was a fast machine, she kept her motor clean, was the best damn woman that I ever seen...
Bate huevos. Harina por doquier. Le echa azúcar de más.
El horno lleva un mes precalentando y la levadura se le escurre de los dedos.
Hace tiempo que todo esta en su sitio, ya no vuelan cuchillos ni suena de fondo Nacho Vegas.
Sin darse cuenta llegó el otoño, mientras ella planeaba con que acompañar tan delicioso pastel.
Otoño, esa maravillosa estación en la que todo lo que nos sobra se cae, empezando por nuestro efímero bronceado ¡Es una estación para celebrar! Los comienzos. Los finales. Lo que sube. Lo que baja. Las noches cortas. Las noches largas. Los pasteles de menos. Los pasteles de más que nuestros jerseys aprenden a disimular.



lunes, 24 de agosto de 2015

El príncipe azul, de azul sólo llevaba el jersey.

Podría dedicarte el más desgarrador de mis pensamientos -Pensé para mi misma- El más cruel, aquel que imparte soberana justicia entre tus pretéritos y la realidad.

Podría quebrar cada uno de tus huesos.
Llenar mis bolsillos de soberbia y cinismo.
Levantar una ceja y vestir de educación a las palabras más hirientes.

Podría ser tú, de hecho podría ser mejor que tú intentando ser tú.
Ser tu imagen y semejanza, otorgarte dicha felicidad querido narciso, pero en esa felicidad habrías encontrado tu penitencia. Justo castigo para aquel que busca el reflejo de sí mismo.

Te creías tan azul, que nunca te diste cuenta que de azul sólo llevabas el jersey.
Que mirabas y no veías.
Que tocabas y no sentías.
Así fue como empecé a mirarte y no verte.
A tocarte y no sentirte.

Qué desastre cuando uno no sabe ver y el otro ya no quiere mirar. Qué desastre el día que decidí volver a mirar, fue entonces cuando vi que ahí ya no quedaban huesos que quebrar.


domingo, 26 de julio de 2015

Último domingo de Julio.

Estamos malditos y ¡Maldita sea! Estamos condenados a no saber corresponder en la medida  ni en la forma adecuada. Estoy segura de que se trata de algún tipo de mal de ojo o quizá una predisposición genética hacia la duda como estado predilecto.

Queremos que nos quieran, pero a la vez queremos que paren de hacerlo. Parece ineludible el evitar una colisión a estas alturas de la vida en la que en algún momento desaprendimos a mirarnos, a como tocarnos, desaprendimos el esfuerzo de entendernos.
Solo sabemos que;
Queremos.
Queremos querer.
Queremos que nos quieran como nosotros queremos.
Y al final. Queremos derrocarnos.

Es el egoísmo del verbo querer (del no saber querer), que al final nos enturbia la vista y terminamos escogiendo el prisma inadecuado por el cual observar. Empezar a dudar. Dar paso a la soberanía del individualismo y del yo ante todo.

Aún así, dentro de lo complicadas que hacemos las cosas me gusta pensar que en el fondo 6 de cada 10 parejas que no se soportan acabarán haciendo el amor esta noche. Porque el único egoísmo que considero admisible de aplicar, es aquel que hace que yo esté bien para que tú estés mejor.




sábado, 4 de julio de 2015

Un verbo instransitivo.

Llevaban un tiempo viviendo en la angustia temporal del miedo a lo común, a lo exageradamente normal. Por ello cada noche se enredaban en unas sabanas diferentes, intentando convencerse a sí mismas de que esta vez no sería como las demás. Amores vacíos que regalan los oídos y envuelven el cuerpo.

Al día siguiente quedaban para desayunar y decidían helarse con la indiferencia. Hacía demasiado calor como para mantener una actitud volcánica. No eran de anudarse al primer sujeto de rasgos intensos. Disfrutaban de la libertad del (des)amor, infartaban a los demás y se infartaban así mismas.

Podría decirse que semanalmente engrosaban la lista de cualidades que las definían, su vida era un constante hallazgo y revoltijo de emociones. El verbo disfrutar nunca se había consumido tanto. Disfrutaban de buena salud. Disfrutaban de sus excesos y vicios. Disfrutaban de su mera compañía. Sin duda eran un verbo instransitivo.

Un verbo instransitivo que no necesita de un complemento directo para hacer o deshacer las tramas de la vida. Eran mujeres, mujeres completas que descubrieron en el arte de conocerse, el don para la felicidad.




lunes, 8 de junio de 2015

Arizona.

Javier había cumplido 35 años y todavía era un cactus.

Tal y como os lo cuento, un cactus. Presencia intimidante e interior lleno de agua, que no de sangre.
Había pasado el 70% de su vida en un desierto existencial, ni un oasis a la vista. Viéndolo así ¿Quién podría culpar al pobre Javier? No era él, eran sus circunstancias. No era él, eran las cientos de excusas en las que podía evadirse. No era él, eran los demás que no podían llegar a comprender.

Javier es de los que dinamitan antes de tan siquiera empezar. Recrean la situación de lo que podría ser un oasis temporal. La ven de lejos. La ven de cerca. Les gusta pero prefieren terminar con ello antes de que haya empezado, como hace todo buen cactus. Siempre llenos, llenos de sí mismos. Incapaces de verbalizar su sediento malestar.

En sus 35 años nunca reflexionó sobre las facilidades que nos dan para comunicarnos. Prefirió dar por hecho. Patentar la obviedad y así, sentar las bases que marcan la distancia entre lo que debía de ser y lo que es. Así fue. Nunca aprendió a decir las palabras apropiadas en los tímpanos adecuados. Ni que el verbo caer no era sinónimo de anteceder.

domingo, 10 de mayo de 2015

Vendaval.

Me gustaba ser un vendaval.
Viento huracanado.
Lava en la piel.
Me gustaba, más que cualquier cosa en este mundo.
Quebrarme/te.
Romperme/te.
Fraccionarme/te

Tú eras una eterna tempestad.
La llama del incendio y a su vez el aire que lo aviva.

Un día, dispuestos a crear el mayor de todos los desastres naturales, nos atamos las venas el uno al otro y en sentido inverso, como si de los cordones de nuestros zapatos se tratasen. Yo sería los hematíes que le dan color a tu sangre y tu el plasma que me protege de toda lesión.

Es entonces cuando pecamos de necios. Nos creímos infranqueables.
Nos quebramos.
Nos rompimos.
Nos fraccionamos.
Nunca jamás nos recuperamos, no eramos más que un amasijo de piel.

De la tempestad que prometíamos ser, no había quedado nada.

miércoles, 6 de mayo de 2015

Crème Brûlée

Nosotros.
Los golosos.
Los que daríamos un pedazo de nuestro alma por un trocito de pastel. Estamos aquí, dispuestos a comernos (y a que nos coma) el mundo a cucharadas, bocados y mordiscos. A mancharnos las vestiduras por espolvorear tanto azúcar y quemarnos los dedos a causa de nuestra impaciencia perpetua.


Nosotros.
Los golosos.
Los que representamos el último pero sin duda, el mejor bocado del día. Somos ese hambre que te entra justo después de comer. Una detonación en el paladar. Tus ganas y nuestro empacho por partes iguales.

lunes, 27 de abril de 2015

Estómago.

Todavía tengo esa sensación. Si esa. Anudada a mi estómago. Mira que han pasado los días, semanas, meses y no hay forma humana de deshacerme de ella.

Algunas personas, sentimos con el estómago, para bien o para mal ¿Eso que más da? La sensación de opresión mezclada con náusea no hay quien nos la quite. Muchas veces llegamos al punto de no saber si es amor o es vómito. Curioso ¿No creéis?

Envidiamos a los que sienten con la cabeza, siempre con sus decisiones puramente racionales, llenas de sentido y totalmente estructuradas. No pecan de exceso y su capacidad de control les suele resultar abrumadora a aquellos que en su afán por sentir decidieron hacerlo con el corazón. Rojo y palpitante. Impulsivo y ruidoso. Tan veraz como mordaz.

Mi estómago en un intento por separar los jugos gástricos de las emociones, comprendió el significado de mis ganas de vomitar y decidió llamarlas te he querido, y esa sensación que todavía queda anudada a mi estómago no es más que todo aquello que se descompone.

Porque no es lo mismo olvidar a base de recuerdos (cabeza), lanzarnos a la deriva (corazón) que a base de vísceras (estómago). Los que sentimos con el estómago la suerte que tenemos es que nacimos con la capacidad de depurar. Dejar nuestro estómago sin mariposas, ni avispas y así poder volverlo a habitar.


domingo, 19 de abril de 2015

¿Cómo fue?/¿Cómo se fue?

- ¿Cómo fue?

- Genial, de lo más estrambótico. No dejamos que nos interrumpiese ningún teléfono. Era todo un ambiente tan febril que reventaría los termómetros. Y la emoción, mi emoción pegada a su aliento. Ese día enredamos y desenredamos la vida como nos vino en gana. Recordamos por última vez que somos humanos, que nuestro centro de gravedad se encuentra en la pelvis y entonces, volvimos a hacer infinito lo finito.

- ¿Cómo se fue?

- No dijo adiós, se escurrió entre mis dedos como hace siempre, giró la cabeza sacudiendo su áurea melena y me hipnotizó durante unos segundos. Tenía miedo de pestañear y perderla/me y así volver a quedarme solo, con su último recuerdo. Pero no sé como lo hace, cuando el aire volvió a inundar mis pulmones mi mirada ya estaba vacía.



sábado, 11 de abril de 2015

Nada estaba bien, pero he de decir que tampoco nada estaba mal.

Se cruzó con una joven e incandescente mirada maliciosa y le dijo:

- Beberemos margaritas frente al mar.

Contundente, lleno de seriedad, aquí no estamos para tonterías y tienes ese aire místico ¡Ay ese aire! Que me podría llegar a torturar.

Por fin volvió a respirar, pareciese que el aire frío de invierno hubiera cesado por unos minutos ¡Había llegado la primavera y con ella había comenzado una revolución!

Se abrieron puertas y se cerraron ventanas. Se comieron todas sus manías entre bocanadas de humo que vienen y van. Crecieron haciendo a su paso todo suyo. La perfección y lo políticamente correcto se evaporaron y lo mejor que sabían hacer era viajar al futuro y regresar, bailar de forma desenfrenada y gestionar el tráfico de su propia oxitocina.

Si me paro a pensar podré afirmar que para ser una mirada maliciosa nada estaba bien, pero he de decir que tampoco nada estaba mal.

Eran dos caníbales luchando por no depredar.

lunes, 6 de abril de 2015

Pies

Había una vez unos pies descalzos, llenos de heridas y llagas de caminar y tropezar, tropezar y caer, caer y levantarse y así sucesivamente. Teniendo en cuenta que herida sobre herida no cicatriza imaginaros el estado de dichos pies.

Pies vividores los llamaría yo, no hay piedra en esta vida con la que no hayan tropezado ni arena cálida que no hayan pisado.

Yo desde mi posición pueril, puesto que por aquel entonces no era más que una niña, sentía cierto recelo a que dichos pies quedasen estigmatizados por obra y causa de la vida. Aún así crecí observándolos detenidamente, de la forma en que solo un párvulo puede hacerlo. Observé como el tiempo hacia mella en ellos, como se iban debilitando, ya no caminaban, deambulaban, hasta que se quedaron sin ganas de errar.

Un día desde la distancia me sentí observada. A veinte pasos de mi unos ojos curiosos de no más de 5 años me miraban con interés, intenté no preguntar para no tener que contestar. Había llegado el día, el día en que entre todos mis defectos debía de escoger uno y quedarme con el. Les escogí a ellos.

Ahora ya solo me quedan ganas de darte un beso, bostezar y quizá de empezar a contarte mis heridas.


lunes, 30 de marzo de 2015

.,.,.,.,.,.,

Se puso de rodillas sobre el suelo de su habitación y se miró en el espejo, ahí estaba todo su ser, poco importaba ya la edad o el peso, si le quedaba algún resto de maquillaje o si estaba despeinada. Era un reflejo de su yo pasado y de su yo presente, del yo real y del ideal, era lo que se supone que a estas alturas de la vida debía ser. 

Una ex fumadora, ex culpable, ex víctima, ex verduga, ex inocente, ex vulnerable, ex megalónama.
Una reincidente en tierras hostiles y en cientos de vicios inconfesables.

Aún así, casi llora de rabia, nostálgica de todo lo que pudo ser, del tiempo que desperdició por su memoria cariñosa, por su saliva que se tornó amarga sin darse tan siquiera cuenta, por su boca que de estar tanto tiempo callada se había olvidado de hablar.

Levantó la mirada y la dirigió una vez más hacia el espejo, se había adentrado sin quererlo en un nuevo vicio, en el vicio de quererse. Es entonces cuando se dio cuenta de que ardía por dentro y que en ese suelo, ya solo quedaba frío.

martes, 3 de marzo de 2015

La normalidad es una ilusión.

Se desabrochó la camisa, bajó la intensidad de la luz y se dejó caer en el sofá. Encendió el que sería el último cigarrillo del día, lo observó y se lo colocó entre los labios. Inhaló llenando su cuerpo de humo, exhaló dejándose llevar.

Desató los cordones de sus zapatos y sin ningún cuidado lanzó cada uno al lado opuesto, creando orden en su propio desorden. Se quitó el pantalón quedando atrapada en la vorágine de su ser.

Ella, el origen del caos y de todos los males, la caja de pandora hecha mujer, una anarquía en sí misma, caerá mil veces en él, pero siempre estará segura de haber escapado, aunque sea por última vez.



"La normalidad es una ilusión, lo que es normal para una araña es el caos para una mosca. Morticia Adams"

miércoles, 11 de febrero de 2015

Lo que pesa un hueso (No de cereza)

Era una tibia, conectada a una articulación y como buena tibia tiraba más a lo caliente que a lo frío.

Un día la tibia se despertó, se incorporó y se cayó ¡Vaya por Dios! ¿Ahora qué podemos hacer?

El peso de toda una armadura amontonada encima de un simple hueso, ejerciendo presión.

Pobre tibia templada, buscando remedio para  las fisuras a causa de un mal despertar.

¿Cómo va a hacer para sostener el peso de su cuerpo que bien podría ser el peso del mundo?


domingo, 4 de enero de 2015

La Moqueta

Había instalado una moqueta de color gris en su salón, llevaba pensando en ella desde el día que la vio en una casa que desde luego no era la suya.  Después de dar vueltas y vueltas por fín la encontró, sin ser consciente de que una parte de ella pertenecía a esa moqueta.

Era sólo una moqueta, pero cada una de sus fibras se electrificaba, sin poder remediarlo, sin poder ejercer ningún control sobre ello. El día finalizaba con huellas de pisadas que marcaban siempre el mismo recorrido y en la esquina superior derecha alguien había derramado sin querer un poco de vino. Pero allí estaba, presidiendo el salón, recordando  el camino de vuelta a casa, el camino a los orígenes, equilibrando sin duda aquella habitación rectangular.

A pesar de ser gris y de no tener a simple vista nada en especial emanaba una vibración imposible de ocultar. ¿Qué enigmático poder escondería dicha moqueta? Era un poder de atracción casi mortal... Todo aquel que no se resistía a poner un pie encima terminaba encandilado por sus múltiples fibras. Su estado natural se desvanecía, una sensación de vértigo empezaba a asomar, pulso acelerado, cuenta atrás 3, 2, 1... Padece usted un regreso a su estado de más pura felicidad.

¿Quién lo diría verdad? Era sólo una moqueta equilibrando un salón.