sábado, 25 de octubre de 2014

Cuando el estómago nos ruge, quizá no sea sólo de hambre.


Una foto publicada por @laurepalmer el

Hace unas semanas mi amiga Saray me escribió contándome la metáfora del mar de fondo. Aquí va:

El mar es igual al estado emocional de algún tipo de personas. En la superficie puede estar calmado y tranquilo, pero en las profundidades se esconde una gran diversidad de fauna y flora y la marejada es intensa. Así son algunas personas, la calma que reflejan no tiene nada que ver con lo que ocurre en sus profundidades.

El problema radica en que son plenamente conscientes de que algo se les esta removiendo, pero prefieren no mirar, ya que si miran tendrán que actuar. Mientras ellos miran hacia otra parte, en sus profundidades los remolinos giran cada vez con mayor intensidad y ya no importa cual es el motivo que los desencadena, si no encontrar una manera de afrontarlos que no este contaminada.

¡Aquí no pasa nada, todo está estupendamente! Y mientras lo dice una mirada cabizbaja la delata. Su mar en calma cada día se revela con mas fuerza y ya no hay forma de que pase la tempestad sin que cause ningún destrozo a su paso. Elegir la solución menos dañina normalmente se convierte en una tarea compleja, nuestro comportamiento ya está enturbiado y a causa de esto, quizá no nos veamos capaces de salir del remolino. Entonces ¿Qué mejor que seguir negándonos las evidencias?

Hasta que llega un día, ese día en el que tu mar se desborda. Arrasa las pequeñas y grandes ciudades que se encuentra a su paso, inundando la vida de aquellos que allí habitan. Vuelto a su estado habitual, siente paz, paz efímera, pues desde lo lejos puede observar el destrozo que ha causado.

¿Y ahora qué? ¿Lo arreglamos o preferimos anclarnos al sufrimiento?

No se ni cuantos, ni cuantas habrán pasado por este tipo de situaciones en su vida, pero me lo puedo imaginar.

Pd: Deberíamos de estar mas pendientes de lo que pasa en nuestras profundidades. Tener en cuenta que cuando el estómago nos ruge, quizá no sea sólo de hambre.

lunes, 20 de octubre de 2014

Gamberra


Siempre me ha llamado la atención el término gamberra, no se por qué, pero me despierta cierta ternura. Quizá porque es aplicable en muchas situaciones. Desde el niño pequeño que hace travesuras y se le regaña diciendo ¡No me seas gamberro anda! Pasando por el adolescente indomable ¡Desde luego menudo gamberro esta hecho! Llegando a un punto en el que eres tu mismo quien califica de gamberros a los demás.

Gamberra: Que escandaliza, molesta o comete destrozos en sitios público.

Desde mi punto de vista una gamberra no lo hace con maldad, simplemente se divierte.

Se divierte y no se detiene a pensar en el que dirán los demás. Se sigue divirtiendo y a su vez tropezando contra los daños colaterales y los propios que va provocando a su paso. Se detiene y se adueña del tiempo para aprender, hace repaso y avanza, nunca se estanca, porque en esta vida disfrutar y reírse de todo lo que le rodea nunca ha dejado de ser una prioridad.

Tenemos suerte si gamberra es un un adjetivo que nos ha acompañado toda la vida.