lunes, 25 de abril de 2016

Cervezas, palomitas y dinamita.

No recuerdo muy bien como empecé lo que noches atrás quise escribir, en ese momento el etanol fluía por mi cuerpo y todo parecía sencillo, ahora la sobriedad lo vuelve un poco más complicado.

Probablemente no sea complicado, quizá este yo complicándolo. Buscando la medida exacta entre decir mucho y a la vez no decir nada. Nos suele pasar a los observadores, llevamos un rato mirando detalladamente como si no nos enterásemos de nada y en el momento que verbalizas quieres que te vean y mantenerte oculto al mismo tiempo. Pero hay momentos en los que te quema el pecho o puede que sea el útero. Tal vez los dos. Los años de aprendizaje se vuelven una carga pesada de la que conviene deshacerse, seamos honestos nadie quiere llevar a cuestas el saco de las malas decisiones de su vida y de los condicionamientos impuestos por cosas que ya no forman parte de ella.

Así que te despiertas un día y empiezas una demolición y ¡Vaya! resulta que no eres tan racional como te creías. todo se ha vuelto tan tópico y distópico a su vez que no puedo evitar reírme, y me río como una gran desequilibrada irracional. Hoy no escribo en tercera persona porque desde mi cocina hace tiempo que todo se ve bastante claro, debe de ser en parte por las bombillas de luz blanca y en parte porque me arde el pecho y el útero también.