Estamos malditos y ¡Maldita sea! Estamos condenados a no saber corresponder en la medida ni en la forma adecuada. Estoy segura de que se trata de algún tipo de mal de ojo o quizá una predisposición genética hacia la duda como estado predilecto.
Queremos que nos quieran, pero a la vez queremos que paren de hacerlo. Parece ineludible el evitar una colisión a estas alturas de la vida en la que en algún momento desaprendimos a mirarnos, a como tocarnos, desaprendimos el esfuerzo de entendernos.
Solo sabemos que;
Queremos.
Queremos querer.
Queremos que nos quieran como nosotros queremos.
Y al final. Queremos derrocarnos.
Es el egoísmo del verbo querer (del no saber querer), que al final nos enturbia la vista y terminamos escogiendo el prisma inadecuado por el cual observar. Empezar a dudar. Dar paso a la soberanía del individualismo y del yo ante todo.
Aún así, dentro de lo complicadas que hacemos las cosas me gusta pensar que en el fondo 6 de cada 10 parejas que no se soportan acabarán haciendo el amor esta noche. Porque el único egoísmo que considero admisible de aplicar, es aquel que hace que yo esté bien para que tú estés mejor.
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ResponderEliminar¡Gracias!
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