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Mujer desnuda leyendo. Howard Chandler Christy (1873-1952) |
Entre páginas y versos así le conoció, el hombre que se adueñó de su sofá y de su mirada rendida. Dichosos los días infinitos, el hormigueo constante y la pasión desbordante. Exhausta de felicidad, su vida entera le habría regalado, pues no había nadie sobre la faz de la tierra capaz de elevar el corazón de Carmen por encima del aire de tal manera.
Años dichosos, plenitud constante. Sin embargo, el día menos esperado al volver la vista atrás, Él ya no esta, su corazón se ha elevado en el aire para siempre, llevándose con el, un pedazo del de Carmen, volviéndose así la felicidad finita.
¡Ay Carmen!
te remuerden los días
te culpan las noches
te duele la vida tanto tanto
desesperada ¿a dónde vas?
desesperada ¡nada más!
Años después cuando el corazón se enfría y el dolor se queda latente, me dice: Lo que empieza también termina, por más que sufras, pero siempre te deja que des un último sorbo, que será el mejor si en su fin consigue dejarte un buen sabor de boca. Todo lo demás es un exceso de sensibilidad, que sin lugar a duda es un problema para la salud.
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