viernes, 27 de junio de 2014

La bata blanca.

El Principito
En la infancia fantaseamos con cuentos de hadas y príncipes azules, futuros inciertos, caballos y castillos. Yo recuerdo perfectamente tardes en la casa de mi amiga Noelia, en las que nos enfundábamos en las batas de enfermera de su madre y salvábamos a cientos de pacientes imaginarios de las peores enfermedades jamás imaginables, nos gustaba jugar a ser personas serias, vestirnos de adultas, pintarnos los labios y alardear de nuestros novios ficticios, los cuales obviamente poseían todo tipo de cualidades asombrosas. Y así nos pasábamos las tardes, imaginando como seriamos dentro de unos años. Ahora que lo recuerdo parecía todo tan real que nos relamíamos solo de pensarlo

Entonces los años de fantasía quedan atrás, creces, abres un ojo, abres el otro y ¡Sorpresa! No hay bata blanca, ni castillo y mucho menos un caballo, pero algo excepcional ha sucedido en este tiempo. Resulta que hay una media de 7.000 millones de personas en el mundo mezclándose con otra media de 78 años de esperanza de vida. Estas en el medio del caos, rodeada de todo tipo de gente desconocida que por momentos deja de serlo para atravesarte y después volver a desaparecer.

Pero entre todo el alboroto de idas y venidas, encuentros y despedidas, una brisa de aire tibio se cuela por tu ventana y decide poner todo patas arriba. Se enreda en tus sabanas, se cuela por tu espalda, anida en tus entrañas y se aferra al corazón.

Una vez dentro no hay voluntad que te obligue a echar a esa brisa tibia y polivalente que con el tiempo se ha convertido en Tacto, en el roce de unos labios, en el hormigueo que recorre tu cuerpo lentamente y se detiene en tu nuca desatando un terremoto, en gotas de sudor. Lentamente pasa a ser Olfato, la almohada se impregna de lavanda, romero y cilantro, y con el paso de los días ese aroma se convierte en el olor que es sinónimo de estar casa. El Gusto llega con cada beso, con cada bocado que sacia un apetito voraz. Y un Oído que llega para curar cada síndrome de mimosa que te acecha en los días de apatía.

Por último llegas tu, Vista ¿Y qué es lo que me haces ver? Que dentro de los 7.000 millones de personas que habitan el mundo he encontrado una que me ayuda a crecer y a restarle a mi vida los días grises. Me enseña a equivocarme, a perdonar y a ser perdonada. Me muestra un corazón rojo carmín que late mucho mejor. Me ofrece ser su brisa tibia y su huracán feroz. Pero sin duda,  me enseña, que todavía puedo llevar una bata blanca y salvar a la humanidad.

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