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Paul Cezanne. Scipio, the Negro. 1865 |
Un ventilador antiguo da vueltas sin cesar en una especie de salón, y dice especie, porque le resulta difícil discernir que es cada habitáculo con tan poco mobiliario. Lo único que perturba el más profundo de los silencios es ese ventilador cortando el aire, si lo escucha con atención parece el compás de una melodía. Busca en los bolsillos de su pantalón, en el derecho lleva unas llaves de color dorado, en el izquierdo un papel arrugado con algo escrito a lápiz de ojos totalmente indescifrable. Intenta recordar pero por más esfuerzo que hace parece que el último recuerdo le quiere jugar una mala pasada y juega a esconderse por su mente.
Nada parece tener sentido y el calor se esta empezando a volver insoportable, moldeando su cuerpo como si de arcilla se tratase. Todo empieza a moverse bajo sus pies revelando una gigantesca grieta que le enfrenta al abismo, abismo que le arrastra, hasta su propia cama. Nada ha sido real.
Respira aliviado.
Nada parece tener sentido y el calor se esta empezando a volver insoportable, moldeando su cuerpo como si de arcilla se tratase. Todo empieza a moverse bajo sus pies revelando una gigantesca grieta que le enfrenta al abismo, abismo que le arrastra, hasta su propia cama. Nada ha sido real.
Respira aliviado.
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